La resiliencia portuaria se describe como la capacidad de los puertos para anticiparse y responder a situaciones cambiantes, así como para sobrevivir y/o recuperarse rápidamente de las interrupciones, con el objetivo de preservar la sostenibilidad de las operaciones y el flujo de carga hacia, desde y a través de los puertos.
Debido a la multitud de interdependencias inherentes a las cadenas de suministro, la ruptura de cualquier nodo de la red puede tener un impacto inmediato en la demografía, su seguridad y bienestar, así como en la economía regional y sus empresas.
La pandemia ha sido dura para casi todos los sectores, en los que muchas economías mundiales se dirigían hacia una recesión cercana. Sólo después de que se suavizaran las restricciones de cierre en todo el mundo, la situación económica empezó a mejorar.
Uno de los sectores que sufrió un golpe mortal fue el del transporte marítimo. La demanda de los consumidores se secó en todo el mundo y los puertos fueron los primeros en sentir la crisis. Con un tonelaje decreciente a lo largo de 2020, en comparación con los niveles de 2019, los únicos puertos que se beneficiaron fueron los centros de transbordo como Panamá, donde los buques tuvieron que hacer escala cuando Estados Unidos declaró un bloqueo total.
Desde que la demanda de los consumidores empezó a recuperar los niveles anteriores a la pandemia, antes de las Navidades del año pasado, el sector portuario ha experimentado cambios significativos. Ahora, los puertos estadounidenses, respaldados por considerables inversiones, miran hacia el futuro. Se están construyendo nuevas terminales de contenedores con socios del sector privado, mostrando el camino a las empresas constructoras de todo el mundo.